domingo, 15 de agosto de 2010
de Juan Rafael a la tía Inés
TIA INES
INES JOHNSON, sinónimo de generosidad. Durante todo el tiempo que conozco a la tía Inés siempre me ha sorprendido su energía y motivación por vivir para los demás.
- Recuerdo cuando mi hermano menor Manuel Francisco tenía un año y se quemó muy feo con un café que yo me había preparado para estudiar (o hacer como que estudiaba). Mi mamá no estaba, no había auto y estábamos en el fundo. ¿a quien recurrí? A la tía Inés, quien llegó rauda en su Volkswagen verde y nos llevó al Hospital San José donde curaron al Quizco.
- Cuando mi mamá venía a Santiago desde Los Andes a tener sus guaguas se quedaba en la casa de la tía Inés.
- Cuantas veces nos invitó a Con Cón. A toda la familia con cuanto cariño. ¡Cómo nos ha unido!.
- Cuando una vez mis padres se fueron de viaje y nos fuimos a alojar a la casa de la tía Inés. Yo debo haber tenido 11 años, nos acostamos con luz de día y nos levantaron oscuro, fuimos a misa (creo que de 6 am) y luego al colegio donde llegamos estando todavía oscuro, siendo los primeros en llegar por casi una hora.
- Cuantas veces me quedé a alojar en Matilde Salamanca.
- Recuerdo la hora del té en su casa, era memorable, siempre había harto pan tostado y nunca faltaba el paté.
- Recuerdo los distintos Volskwagen Escarabajo que tuvo, muy ruidosos y sin radio. Tantas veces que nos trasladaba. Me acuerdo cuando le pregunté por qué no prendía la radio del auto y me dijo que no le gustaba oir radio porque “le daba calor”. Solo oía los partidos de fútbol.
- Me acuerdo cuando entré a la universidad y me recibía en su casa como si fuera mi casa. Yo la llamaba por teléfono público desde Pío Nono para que me convidara un mendrugo y ella me retaba que no era necesario avisar.
- Me acuerdo que uno llegaba a esa casa y era una casa abierta, siempre había alguien. Su casa realmente era un punto de encuentro de todos los de Huechuraba.
- Luego llegó la abuelita Inés y fue aún más concurrida la casa.
- Cuando el tío Horacio estuvo enfermo la tía Inés no se movió de su lado.
- Su preocupación por la tía María Borgoño, la tía Marta y por cuantas personas necesitadas.
- Escribiendo esto me acordé de la parábola del Buen Samaritano. La tìa Inés se habría detenido igual que el Samaritano, habría llevado al enfermo a la posada y no sólo habría pagado la cuenta, se habría quedado cuidando al enfermo.
GRACIAS TÍA INÉS. ¡CUANTO LE DEBEMOS! FELICIDADES POR SUS 80 AÑOS.
Juan Rafael Arnáiz