domingo, 14 de junio de 2015

De la Constanza Ried sobre la Inés

Todo lo que pudiera contarles sobre lo mucho que voy a echar de menos a la Inés, es demasiado poco. Siempre me sentí orgullosa de llamarme como ella y de ser su nieta mayor. ---- Era una mujer muy particular, gozadora, llena de vida, lo menos convencional del mundo. Muchos le debemos por ejemplo, el gusto por el fútbol y haber ido al estadio por primera vez - a ver a la Católica, desde luego. Recuerdo haber ido con ella el año 93 a un partido de final de la copa libertadores en que jugaba la Católica con Sao Paulo y se nos puso a llover a chuzos. Ella, sin ninguna vergüenza, abrió su cartera, y sacó una gorra de baño. Yo -que había ido con un pololo de la época- no entendí mucho, hasta que ví con horror y risa que se la puso y, como una verdadera loca, se paró a gritar el ¡Ceatoleí! Q recuerdo más maravilloso!!! ----- Otra cosa que recuerdo tan bien es como los niños se sentían tan cómodos con ella a pesar de su voz ronca y su modo cortante. A poco de aprender a hablar la llamaban: Iné!!! Era tan lindo mirarla: se sentaba en el suelo, a su altura, jugaba con ellos por horas, transformaba cualquier cosa en un juguete, les hablaba en su idioma. Una de la últimas veces que la vi con Teo, recuerdo que para entretenerlo lo llamó, le abrió su cartera, y le preguntó: Teo, qué hay aquí? Todo tan delicadamente, sin obligarle, invitándole a explorar. Con cada cosa que Teo sacaba de la cartera ella parecía maravillarse, y le preguntaba o le conversaba sobre una escobilla de pelo con la seriedad e importancia de un asunto de estado. Para los nietos ya más grandes siempre fue una abuela bacana: desde chicos, mientras los papás dormían siesta nos llevaba a las dunas de Con-con, a la playa, o a ver películas al cine para que no nos aburriéramos. ---- Era tan rico saber que uno siempre contaba con ella: yo llegaba a su casa a cualquier hora y me preguntaba ¿Va a almorzar? ¿Va a tomar té? ¿Quiere que le preste mi cama para que duerma un rato? Deje al Teo acá y yo se lo cuido para que pueda salir. Nada era problema... ---- A pesar de su modo cortante, la Inés era una mujer muy dulce y fina: nunca dejó de llamarme para mi cumpleaños, siempre que saludaba palmoteaba a la gente en la espalda, o le hacía cariño en el pelo a los niños. A mí me me daba sus manos pecosas, ásperas, toscas, de uñas implacablemente cortas y llenas de surcos. Y me las frotaba nerviosamente con cariño. La Inés sabía de la vida de todos. Pero además de ser seca para la copucha, preguntaba y se interesaba con cariño por cada uno, por su trabajo, por sus estudios, por su familia. Ciertamente era la mensajera de la familia, y no en vano muchos le llamábamos "La voz de Chile para América" Constanza Ried

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